En general una frase, por hermosa y profunda que sea, solo causa efecto en los indiferentes, pero no siempre puede satisfacer a quien es feliz o quien es desdichado. Por esto casi siempre la máxima expresión de felicidad o de la desgracia es el silencio. Cuando mejor se comprenden los enamorados es cuando callan, y un discurso fogoso, apasionado, pronunciado ante una tumba, solo conmueve a los extraños, mientras que a la viuda y a los hijos del muerto les parece frío e insignificante.
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